Inmerso en la lectura de la segunda novela de la ya mundialmente famosa trilogía de Millennium y a punto de que se estrene su versión cinematográfica este mismo viernes, he empezado a reflexionar sobre todo lo sueco que nos rodea, que no es poco.
Aparte de los «bestsellers» ya comentados del fallecido Stieg Larsson que alimentan nuestros deseos de ficción, nuestros colegas nórdicos se infiltran en nuestras vidas de distintas formas tal cual haría la propia Lisbeth Salander.
Se han metido de lleno hasta la cocina con sus módulos de cocina de nombres impronunciables del gigante IKEA.

Y no sólo nos la amueblan, sino que diseñan los envases de muchos de los productos que consumimos (Tetrapack) y nos ponen los electrodomésticos (Electrolux). Se introducen en nuestras conversaciones telefónicas controlando parte de los terminales (Ericsson) y de los operadores (Yoigo, cuyo principal accionista es Telia-Sonera).




Conducen nuestras vidas, bien sea en sus robustos volvos o sus lujosos Saab o incluso, si hace falta, sus célebres camiones Scania.

Han plantado cara al mismísimo emporio de Zara con la moda de temporada y la ropa interior fashion del H&M. Me pregunto qué será la próximo. Lo inminente es, desde luego, el estreno mañana de la segunda parte de Millennium en las salas de cine.
¿Será esta la venganza de los suecos por cómo quedaron retratados en la época del destape?
Y que me dices de Abba ? Con lo que te gusta bailar «Dancing Queen»…
Cree el ladrón que son todos de su misma condición, ja, ja.
Lo mejor será hacerse el sueco…perdón por el chiste malo.
jajaja, muy bueno Ikeisenhower, la verdad es que no sabía que lo sueco estaba tan integrado en nuestro día a día… gran país este… ;-)